lunes, 4 de mayo de 2015

Contribuido por el señor XX-2. Según el contribuyente habría ocurrido en agosto de 1997.

Tengo 37 años. Soy gay pasivo.
Me desvirgaron hace bastante, tendría 20 años y fue en unas vacaciones.
Fue un tipo maduro, calculo que de 50 o 55 años, alto, medio gordito, muy pijón, algo canoso, casado, muy fogoso.
Había ido a trabajar a la costa. Para compartir gastos y que me quedaran unos pesos al volver, fui a un hotel residencial.
A ese tipo no lo conocía de antes. En ese lugar de veraneo estaba todo lleno, no había sitio ni para un alfiler. Así que nos tocó una pieza chica con baño privado. Cama doble, matrimonial.
De más está decir que coincidimos de casualidad. Los que alquilaban nos juntaron al azar. Con el tipo no trabajábamos juntos ni nada. A la noche veníamos a dormir los dos aunque no a la misma hora.
Al segundo día hubo un malentendido: le miré la verga cuando salió del baño.El tipo se dio cuenta. Encima yo después me bañé de espaldas y pienso que creyó que le mostraba la cola a propósito.
A la siguiente noche me empieza a apoyar estando en la cama que necesitábamos compartir porque era la única. Apenas nos fuimos a dormir lo empieza a hacer.
Pasó que en un momento me puse de costado. Entonces él va y me abraza. Me quedé duro. Y me hace sentir la verga, pero digamos que apenitas. La sentía por momentos contra el pijama y por momentos no.
No sabía qué hacer. Nunca me había atraído el sexo, ni el homo ni el heterosexual. Me hice el dormido por las dudas. Pero, la verdad, me gustó el calorcito que emanaba de ese cuerpo. Así que me quedé quieto. Esperando a ver qué hacía.
Al rato se levantó y se fue al baño, supongo que a masturbarse. Yo no lo hice.
Cuando volvió a la cama no me tocó de nuevo y se quedó dormido enseguida. Estoy seguro que habrá eyaculado en el baño.
De noche no me decía nada, pero de día me jodía con algún chiste, como por ejemplo: ¡buena cola! Esas cosas pero como al pasar…
A la otra noche se repitió todo más o menos igual. Me siguió avanzando. Aunque esta vez me apoyó y me abrazó mucho más fuerte desde atrás. Lo hizo sin alejarse nunca, sin separar su cuerpo del mío. De nuevo me quedé quieto. De nuevo me gustó su calorcito.
Entonces, como a la media hora, me mandó mano a los huevos. Sentí su masaje y me agradó. Yo no lo tocaba, sólo me dejaba tocar.
Como vio que me quedaba quieto, aprovechó para agarrar bien debajo de mis calzones. Los huevos y la pija me agarró.
Pense que me iba a pajear.
Y yo sentía que él estaba al palo a la vez.
En un momento me puerteó. Entre las nalgas pero por arriba del calzoncillo.
Me dijo algo: ¿te gusta?
Me amasaba los huevos y la pija.
Y me metía la pija entre las nalgas cubiertas por la tela del calzoncillo.
De repente me giró boca abajo.
Me trabó con las manos después de sacarme el calzoncillo.
Yo sentía su verga caliente, gorda y dura. Me acuchillaba directamente piel a piel. No sabía lo que iba a hacer, pero me puse tenso. Nunca había imaginado algo así. Ahora yo sentía la presión en mi orificio.
Me franeleó desde arriba hasta que acabó viscoso entre mis nalgas.
Acabó rápido.
Cuando sentí la leche, me aflojé. Pensé: ya fue, me cogió.
Pero no había sido así: fue una lecheada casi afuera porque en cuanto apenitas me entró, acabo como un hijo de puta.
Me había entrado menos que la cabeza. Tuve que levantarme para lavarme.
A la siguiente noche, yo lo esperaba con ansiedad. Cuando llegó, apagó la luz enseguida y sin decir palabra me volteó boca abajo. Ya se consideraba con derechos. Yo quería sentir lo mismo que antes. Era la primera vez que me interesaba el sexo.
Me arrancó el calzoncillo con los dientes mientras me decía cosas que me ponían muy a full.
De pronto sentí su lengua en el orificio anal. Era algo que pugnaba por penetrar y retirarse. Era una lengua que tocaba, penetraba y salía enseguida. Sentía el frío en el agujero. Al sentirme jadear se subió hasta cubrirme todo el cuerpo.
—¿Sabés qué te voy a hacer, no?
—Lo de ayer —dije.
Y el tipo me dijo: no, te voy a coger en serio.
Sentí la penetración como el día anterior, apenitas, pero ahora también empezaba a lechear. Y esta vez la leche no caía afuera de mi cuerpo, no se corría por afuera de mis nalgas.
Su leche me aflojó. Pese a que sólo tenía entrada su cabecita en mi recto, no la sacó ni disminuyó la presión ni tampoco se redujo su erección. La leche ayudó a que resbalara la verga hacia dentro mío, en una palabra la metió toda. La verga patinaba con la leche y me la iba poniendo toda porque me lecheaba y seguía empujando.
Me abrió la cola. Tenía pija finita, como de 3 cm de diámetro o menos pero bien dura.
Me la dejó un rato, me había dolido un poco.
—Te estoy abriendo, nene —me dijo y yo jadeé porque sentí un placer repentino. Después sabría que eso era un orgasmo anal.
—Parece que te gusta. Sí, te gusta, guachito –me dijo jadeando también.
Y en una de esas sentí que se le hinchaba dentro mío.
Entonces me empezó a bombear. Ahí comenzó a gustarme.
Me bombeó el recto bastante tiempo, hasta que acabó dos veces. Se sentía el líquido como un manguerazo, por momentos como un surtidor.
Me cogió todas esas vacaciones. No me perdonó un solo día desde que me desvirgó. Fue como un mes, más o menos.
A los pocos días, yo estaba dormido. Esta vez dormido en serio. Viene y me pone la verga en la boca. Yo se la besaba.
A la mañana, antes de levantarnos, me dice: mamámela, así después te cojo. Empezamos a coger cuando teníamos que salir cada cual a su laburo. Él siempre como activo.
Me cogía boca abajo o de costado. A veces de parado contra la pared. Casi nunca de frente.
Pero la primera vez que me la puso de frente, me hizo vestir de mujer. Fue tipo patitas al hombro, tipo concha, con beso en la boca. No sé de dónde carajo sacó el vestido, el corpiño y la tanga, pero se apareció con todo eso.
Sentí mucho placer porque además del contacto de la penetración, mi pija como pasivo rozaba en franela con la panza del tipo. Lo sentía mucho. Y además acostado mirando el techo me sentía bien mujer.
Creo que me besó para que no grite muy fuerte.
Me acuerdo que fue eso: ponerla y sacarla, ida y vuelta, toda bien adentro y casi afuera.
Al final yo igual gritaba como una guacha. Se le ponía muy muy gruesa. Le pedía que me cogiera, le decía: dame fuerte que estoy excitada. No quería que parara. Me ponía muy femenina. También me excitaba mucho cuando me clavaba hundido, montado encima y me galopaba boca abajo. Aunque así de frente, te sentís bien mujer. Me montaba como un animal y me decía gritá puta, yo te hice puta, ¿viste? Yo solo…
El tema es que aguanto pijas largas pero no muy anchas, y este tipo tenía el grosor ideal.
Y en esa pose, de frente, hay un momento en que me embocaba tipo balero.
Además me había vestido por primera vez de mujer y el tipo se calentó mucho. No recuerdo mi acabada. Me debo haber acabado contra la panza de él. Recuerdo que trataba de abrazarme para frenarlo un poco porque me estaba matando, tenía los brazos por detrás de las rodillas y me besaba  y bombeaba estando encima. Me rompía la cola y yo no me podía mover. El tipo era una máquina que entraba y salía como un burro, me había dejado indefenso, colgado. Me decía: te gusta esto. Y cuando yo revoleaba los ojos, decía: seeee, guachita, claro que te gusta… si sos mi putita…

(Un pasivo más)


No hay comentarios:

Publicar un comentario