jueves, 21 de mayo de 2015

Contribuido por el señor XX-17. Habría ocurrido en 2012.

El subte repleto, yo con mi jermu, atrás de ella se pone un tipo joven.
Habíamos subido en estación Perú, el tipo en Piedras, línea A obviamente.
Yo veía que el flaco le miraba la nuca a mi mujer.
El tipo andaría en 30 años, quizá menos; yo tengo 43, ella 34.
Mi mujer tiene un lindo culo y buena conchita. Lolas paraditas, pezones marrones grandes.
Como para chuparla bien, bien.
Dicen que las aureolas de las tetas aumentan cuando ellas cogen mucho…
De pronto me di cuenta de que el tipo la estaba apoyando.
Él no sabia que yo estaba con ella. Pensaba que estaba sola.
Como vi que ella no decía nada, me hice el boludo, ¡qué digo!, el reboludo. Así que yo solo miraba de reojo.
La dejé para ver qué hacía.
El flaco la apoyaba y se movía contra sus nalgas.
Ella al rato se dio cuenta de que yo me había avivado de todo.
De pronto el tipo va y le manda la mano por debajo de la pollera.
Ella primero se sorprendió, pero como buena turra enseguida disimuló indiferencia para no avivar a nadie de los que estaban alrededor.
Le hice señas al chavón para que siguiera tranquilo, ahí el tipo se dio cuenta de que estaba con ella.
Pero el chavón no sólo se la siguió franeleando por atrás sino que encima le mandó mano también por adelante.
Mi mujer ya estaba remojada. Nadie se avivaba porque estábamos todos muy apretujados y los tres como hacia un rincón.
En una de esas sentí que las tetas de mi jermu se enconaban.
Tenía los pezones bien duros y en punta contra mi camisa.
Nunca los había sentido tan duros, la hija de puta estaba disfrutando como una guacha el manoseo y la franela.
Pero no podía gemir ni nada, sólo dejarse hacer.
Yo la manoseaba y llegué a decirle alguna guachada al oído.
Entonces ella, viendo que yo estaba de acuerdo, puso su mano hacia atrás.
Lo palpó de armamento y, según ella, el tipo tenía buena verga.
Ahí el guacho se bajó el cierre y la ayudó a que le metiera la mano.
Ella primero sintió el calzoncillo pero escarbando, escarbando, logró al fin agarrarle la pija.
No saben lo caliente que se los veía, una delicia ver a los dos revolear los ojos y aguantarse el jadeo para que nadie del entorno se avivara.
Porque incluso este guacho llegó a apoyarla con la pija afuera.
Ella me dijo que después se la puso entre las piernas.
y debió ser así porque al llegar a casa tenía la entrepierna toda resbalosa.
La cosa no paró ahí, también le mandó la mano por debajo de la bombacha.
Lo sé porque la mano del tipo se chocaba con la mía. El tipo primero fue al clítoris pero después le pasaba un dedo por toda la concha.
Y como el subte se movía, más la tocábamos y era obvio que ella más disfrutaba.
Cuando sentí que los dos compartíamos su concha, entonces llevé el dedo del tipo adentro de la vagina y enseguida puse un dedo mío también.
El tipo entendió el jueguito y me guiño un ojo. La empezamos a coger con dos dedos, uno de cada macho, como si fuera de una sola mano.
Le metíamos los dos dedos lentamente y se los sacábamos pegaditos hasta que logramos darle un ritmo como si se tratara de una doble pija.
La estábamos cogiendo juntos con nuestros dedos.
Ahí ella llegó a un par de orgasmos, según me dijo después en casa. Yo ya me imaginaba porque sentía que largaba toneladas de jugo.
Bajamos con mi jermu en Primera Junta.
El tipo no bajó. Fue una lástima, hubiéramos querido que bajara.
Nos quedamos en el andén unos segundos pero el tipo miraba para otro lado. Se había distraído, quizá buscando otro buen culo.
Después nos dijimos con mi jermu: qué boludos, hubiéramos seguido hasta Flores.
Pero bueno, uno se aviva después.
Ella tenía los ojos desorbitados mientras caminábamos hacia casa.
Al llegar no aguante y la puerteé en el ascensor, le corrí la tanga a un costado y ella se franeleaba contra la punta de mi verga.
Al principio estaba medio quedada, reticente para contarme, pero yo insistí en preguntarle y al fin me fue diciendo todo en la medida que la alentaba y la puerteaba más fuerte.
Me contó todo lo que había sentido con ese guacho y conmigo, que la habíamos hecho llegar dos veces con los dedos unidos en su vagina, turros, agregó colorada pero muy excitada. 
Ya en casa cogimos como locos contra el piso. No cerré la puerta del departamento, quería que sintiera el riesgo de que algún vecino pasara y nos viera desde el pasillo.
No pasó nadie pero igual me reprochó que fuera tan guacho.
Nunca nos había pasado algo así y ella era un volcán en el piso.
Le dije que si pasaba otra vez, al tipo del subte lo traeríamos a casa porque quería ver como se la cogía en nuestra cama.
—Cuando lo encuentre de nuevo lo traigo a casa para que te coja bien cogidita. Y quiero ver cómo acabás en doble penetración.
Ella cogía y me decía: sos un hijo de puta, sí, sí, traelo, traémelo.
Acabamos como locos.
Al otro día seguía caliente pero ahora me dice que no sabe, que tiene miedo, que fue una calentura de momento, como una aventura.
Que tiene temor de que yo la vea como una puta… en fin.
Igual cada vez que se lo recuerdo mientras la cojo a la noche, ella se pone a mil.
Hasta cuando estamos comiendo si le digo ¿te acordás del tipo del subte?, ella me pide que la lleve a la cama.
Un swinger de experiencia me recomendó que de encontrarme al tipo lo invite a un café y le pida el celular.
Que después le diga a mi mujer que tengo el número encima y que se tome el tiempo que sea para decidirse.
Dice que eso es una tentación enorme, que en menos de un mes me va a pedir que lo llame al tipo para venir a casa.
Y que yo dé vueltas y vueltas hasta que ella me lo ruegue.
Creo que voy a hacer eso pero antes debo encontrarlo en el subte.
Vuelvo todos los días a esa hora, yo sé que alguna vez me lo voy a encontrar…

(El subte)




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