jueves, 7 de mayo de 2015

Contribuido por el señor XX-15. Habría tenido lugar desde principios de los años de 1980.

A mis 18 años, tía estaba de locura.
Ella andaba en los 39 años y mi tío por los 40. Ya verán por que lo nombro también a él.
Qué lomazo el de tía. Ya me calentaba verla desde muy pendejo.
Esa vez estaba con ellos dos en una fiesta que daban unos parientes en una casa-quinta. Mis viejos no habían querido ir porque estaban peleados con el que la organizaba.
Tía estaba hermosa, muy seductora, con sus tetas enormes y su culo parado, de cara perfecta además. Encima ese vestido negro, escotado, los ojos chispeantes.
Tío me notó el bulto y se avivó, en un aparte aprovechó para decirme:
—Sobrinito, me aburren estas fiestitas pelotudas con tipos que se creen piolas, salgamos a fumar. Dale, que hoy no están tus viejos.
Ella seguía charlando y riendo en medio de varios babosos que le hablaban al oído.
Nos fuimos a un banco alejado de la casa, entre unos árboles.
Esperaba que tío me pasara un cigarrillo pero me dijo en cambio:
—Dale, pelá —mientras él sacaba su miembro de la bragueta.
Yo no podía creerlo.
Pero tío agregó sonriendo: cuando se está caliente como lo estás vos, lo mejor es pajearse. Dale, no tengas vergüenza.
Al ver la verga de tío afuera, me dije: ¿si él lo hace por qué no yo? Nadie sabrá nada, pensé. Tía me tenía recaliente y esto me aliviaría. Así que nos pajeamos en paralelo, yo aceleraba cada vez que la oía reír a ella.
A tía se la escuchaba algo sacada. Los tipos seguro le seguían diciendo cosas al oído.
De pronto escucho que tío me dice: ¿te gusta?
—Sí, tío, nunca hubiera imaginado que me iba a hacer la paja con vos.
—No, sobrinito, no. No te me hagas el pelotudo, pregunto si te gusta tu tía, mi mujer.
No contesté.
De pronto él me sorprendió: dejame comprobar algo.
Y agarró mi pija cuando tía estaba riendo como loca. Se la oía lejana pero con claridad.
—Es obvio que te gusta tu tía, se te pone como piedra cuando la oís reír. Y lo entiendo, a mí también me la pone así su coquetería, fijate.
Y agarró mi mano y la llevó hacia su verga. Desde ese momento nos pajeamos en cruzada.
Cada tanto se escuchaba otra risa de tía, y ahí mi tío aprovechaba para decir: —¿Ves que te gusta tu tía?, ¿por qué no lo reconocés, boludo?
—Es que es tu mujer y encima hermana de mi vieja —estallé con impotencia.
—¿Y qué? ¿Te olvidás que soy primo de las dos? ¿Sabés el quilombo que se armó cuando nos enganchamos con tu tía?, ¿o no te contaron?
—Algo supe pero, bueno, eso ya pasó, ahora la tenés todos los días, es tuya.
—Seeeee, eso sí, mejor decí todas las noches, porque no sabés lo tremenda puta que es en la cama…
Por fin tío se decidió:
—¿Te la cogerías, eh, sobrinito?, ¿te cogerías a la tía?
No paró de pajearme hasta que me oyó decir:
—Sí, sí, sí, claro que me la cogería, la deseo desde que era chico, me hago unas pajas brutales por ella, es por la única que me pajeo.
En ese momento los odiaba a los dos.
—Bien, bien, eso quería oír, sos un pendejo valiente.
Pero agregué: no me jodas, tío, ella es una diosa y yo apenas un pendejo.
Y ahí tío me dice: sos un lindo chico… ¿quien te dijo que no le gustás?
Y seguimos pajeandonos cada cual por su cuenta.

Al fin le dije:
—¿Le gusto en serio, tío? ¿Me estás jodiendo, no?
—Mmm, dejalo por mi cuenta…
—¿Lo hablaron, tío? ¿Hablaron de mí?
—Quizá… no me acuerdo mucho, quizá. Pero eso sí, no será gratis, te la entrego sólo si te dejás conmigo, je, je.
Le dije que sí.

Después de la fiesta me dejarían en casa pero ella le dijo a tío:
—Antes de llevarlo a su casa, llevame a mí a casa, estoy algo mareada.
Mas al entrar me propusieron: ¿y si te quedás a dormir? Además tío agregó: tu prima está de vacaciones, te preparamos su cuarto, dale…
El cuarto de mi prima estaba frente al dormitorio de mis tíos. Así que me hicieron acostar y se fueron. Pero tío dejó las dos puertas entornadas, bien de guacho…
Al rato los oí coger. La cama de ellos crujía y tía jadeaba como loca. Desde mi cama podía ver la luz mortecina que salía del cuarto de ellos. Le tentación era muy grande.
Me levanté, abrí despacito la puerta de mi cuarto… En el pasillo se oían claramente los jadeos de tía.
Él la provocaba preguntando si se había levantado a alguno en la fiesta.
Ella decía que no, que no, sólo coqueteo para ponerte loco, para que después me hagas esto, lo sabés bien…
—Nunca estoy seguro, eh, sos muy putita, ¿sabías?
—Cortala, sólo te quiero a vos. Sos mi macho y lo sabés, hijo de puta…
Todo entre jadeos largos que después supe que eran orgasmos, tía acababa a montones por noche.
Para entonces yo estaba pegado a la puerta del dormitorio de ellos y me pajeaba como nunca.
De pronto oigo:
—El pendejo está en el cuarto de al lado, ¿te acordás?
—Sí, pero es nuestro sobrino. Basta, no seas guacho, ahhhhh…
—Síííí… llegá otra vez, guachita… Síííí… así, así… Pero qué, ¿acaso no es hermoso?, ¿dónde se consigue un pendejo así?, ¿un pendejo como nuestro sobrino, eh?
—No me hagas hablar que puede escuchar, cortala. No seas guacho.
—El otro día no estabas tan calladita cuando hablábamos de él, ¿te acordás, putita?
—Ese día estaba excitada, fue un momento. Ya pasó, cortala…
—¿Sólo un momento?, ¿sólo un momento? Te calentaste como una guacha con el pendejo toda la noche. Decías que te lo ibas a comer bien tiernito.
—Eso porque me pedías que lo dijera pero es mi sobrino... No, no, no, basta, no me hagas pensar en él.
—Vamos, confesá que te gusta, que te lo comerías donde fuera.
—Es hijo de mi hermana. No puedo, basta, pará… ahhhhh
—¿Y si no lo fuera?
—Si no lo fuera, quizá… ¿Ves que sos un guacho? Me hacés decir lo que querés cuando estoy en… ahhhhhhhhhhh
—Seeeee, putaaaaaa, te lo comerías como un caramelo, claro que sí. Te gusta, te gusta el pendejo…

De pronto no se oyó más nada, sólo un par de ruidos de sábanas.
—Ay, te pasaste… Dejame descansar un poco, estoy muerta.
Yo seguía con mi paja. Parecía que a mi tía, excitada al menos, yo le gustaba.
—Tiene buena pija el pendejo, querida.
—Queee, ¿se la viste?
—Se la vi en el baño.
—¿Durante la fiesta? Qué hijo de puta que sos —y sentí que se reía.
—Sí, la tiene mucho más grande que yo.
Tío exageraba a propósito pero ella dio un grito ahogado, loca de excitación. Por los ruidos era evidente que la estaba tocando, franeleando o algo así.
—Ves que te lo querés coger…
—No, no, no. No seas malo. No digas eso.
Y ahí le dice:
—Vamos, andá a buscarlo, perra, vamos que está al lado, andá.
—Ni loca.
—Andá a buscarlo que es hoy o nunca, dale.
—No, no. Me da vergüenza, es el hijo de mi hermana.
—Cortala con eso, andá que te lo perdés…
—Andá vos.
—No, no, tenés que ir vos.
—¿Por qué yo?
—Porque si voy yo, pensará que es una joda y además tenés que ir vos para que sepa que sos una putita buscona, mi amor.
Y ella volvía a llegar a otro orgasmo, llegaba a uno tras otro.
De pronto oigo que alguien se levanta y escapo para mi cuarto.
Me zambullí en la cama y esperé… ¿vendrían a buscarme?
Tardaban, sólo se oía un murmullo, parecían secretearse cosas.
No, no vendrían, yo estaba alzadísimo pero no quería tocarme para no manchar la sábana.
Al rato largo sentí que la puerta de mi cuarto se abría. Me hice el dormido.
Siento que alguien me sacude despacito.
Hago que me despierto.
—Acompañame a la cocina, tenemos que hablar.
Nos sentamos a la mesa.
Ella en camisón. Por momentos se le transparentaban los pezones. Unas aureolas enormes en medio de unas lolas increíbles.
Siempre la había visto vestida y aun así no lo aguantaba… Con esto sobrepasaba mi límite. Estaba para comérsela.

—Te tengo que hablar de algo muy delicado.
—Sí, sí, tía.
—Pero no lo tiene que saber nadie, ¿me lo jurás?
—Sí, sí, te lo juro, tía.
Me costaba mirarla a la cara, esas lolas me turbaban.
—Bien, tu tío dice que yo te gusto. Como mujer, digo, ¿es cierto?
Yo tenía vergüenza de contestar.
—Bueno, parece que no, es obvio que tu tío se equivocó…
Yo estaba vestido con un pantalón pijama de tío pero con el torso desnudo. Ella miraba mi pecho desnudo y de pronto bajó la vista hacia mi pantalón… Sonrió.
—Bueno, parece que de todas maneras algo te gusto —y se echó a reír.
Mi bulto ya alcanzaba dimensiones inconmensurables.
—Bien, pero lo que pase entre nosotros desde hoy en adelante no lo deben saber tus padres.
—No, tía.
—Nunca.
—Nunca, tía.
—Ni tu prima, ¿estamos?
—No, tía, ni mi prima ni nadie, lo juro.
Y me salió del alma:
—Te adoro, tía, nunca nadie sabrá nada…
Vi que se emocionaba, que ponía un tremendo beso en mi boca, uno que nunca olvidaré.
Nos levantamos besándonos. Sentí sus pezones puntiagudos contra mi pecho desnudo. Ella acariciaba mi pecho y mi pelo. Sintió mi erección a pleno allá abajo.
Mientras nos besábamos alcancé a ver de reojo a mi tío semiescondido detrás de la puerta entornada de la cocina. Pensé que se estaría pajeando.
Al fin tía me soltó y dijo:
—Este no es el lugar… ahora vendrá tu tío a hablarte.
Y salió de la cocina mirándome de costado y guiñándome un ojo.
Entra tío y me dice: parece que se entienden.
—Sí, sí, nunca diré nada.
—Más vale.
—Lo prometo, tío
—¿Estás dispuesto a cumplir? Te la entrego pero ya sabés...
—¿Delante de ella?
—Sí, delante de ella, dice que la excitaría más.
Ahí me di cuenta que ya lo venían hablando de hacía tiempo, no había duda.
El mejor trío es el que se hace con alguien muy cercano, nadie hablará nunca nada. Caí en la cuenta de que estaba por tener sexo con mi tía carnal y mi tío segundo, no podía creerlo.
Fuimos al dormitorio, ella estaba acostada.
—Ahí la tenés, toda, toda tuya, sobrino.
Me acerqué, tío a un costado de la cama.
Ella se incorporó, me dio la impresión de que temblaba.
Nos besamos de nuevo en la boca. Vi que tío le chupaba el pezón izquierdo, entonces bajé a chuparle el derecho. Ella jadeaba y gritaba como loca.
—Los dos a la vez nooooo…
Un no que quería decir sí. Era mi primer coito pero ya empezaba a entender los códigos. Tío se retiró y con tía nos empezamos a revolcar. Su cuerpo de hembra era increíble.
Y tío que incitaba: vamos, ¿eh?, vamos, guachito, cogétela de una vez... O bien: vamos, ahí tenés a tu sobrinito, a tu machito que tanto te gustó siempre…
La desnudé, ella me arrancó el pantalón pijama con los dientes. Era una pantera en celo.
Tío prendió el otro velador para que nos viéramos bien desnudos. Alcancé a ver de reojo que se hacía la paja. 
Los pechos de tía eran desbordantes, su cara, su piel blanca, su bosque entre las piernas, su pelo largo y lacio la hacían deseable como a nadie. Nos incorporamos, tenía entre mis brazos a la mejor hembra del mundo, ¡puta… que más se puede pedir! Tía me empujó hacia atrás, me ordenó: ¡acostate!, relamiéndose con cara de perra, de loba.
Le hice caso.
Se arrodilló en el suelo, a un costado de la cama, yo estirado con las piernas hacia ella. Sentí que su boca tomaba mi pene y empezaba a succionarlo. Al rato la sentí a mil por hora. Me excitaba el ruido obsceno que hacía al chupar. Era como un chapaleo que me ponía más y más.
—Pará que no aguanto, tía, por dios.
Entonces ella se lanzó sobre mí y clavó mi pene en su vagina. Tío seguía diciendo cosas como música de fondo. Ay, dios, qué vagina, cálida, preciosa, fue mi primera y mejor. Se movía como una gata, como una serpiente. Mi tío detrás de ella, pajeándose y diciendo: vamos así, así, puta, putita, putona, comételo bien comidito a tu sobrino, vamos que venís queriéndotelo garchar desde hace años… Ahora podés hacerlo, vamos, querida… Date el gusto.
—Así que me deseabas también, sobrinito… ¿y desde cuando?
—Desde muy chico, tía.
—Sos un degeneradito, ¿sabés? ¿Sabés que no está bien cogerse a la tía, eh?, ¿sabés que nadie lo hace? —y su cadera se movía en círculo como una calesita con mi pene bien plantado y mirándome a los ojos. Cerré los míos, quería concentrarme bien, quería sentir cada movimiento, cada sensación, cada cambio de temperatura. No todos los días se alcanza el cielo.
De pronto sentí una fuerte presión contra mi verga. No entendía, tenía mi pija dentro de tía pero sentía esa presión extraña. Abrí los ojos y vi que mi tío estaba detrás de ella, con cara de loco. CElla gozaba con todo, levantaba el torso y lo bajaba. Cambió el ritmo. Mi tío la bombeaba en la cola. Como un perro, mientras yo la tenía calzada bien por la vulva.
Ella le decía a tío que era tan degenerado como su sobrino mientras lo besaba. Lo besaba volcando la cabeza hacia un costado y hacia atrás.
—¿Por qué me obligan a una doble penetración, eh?, ¿porqué me obligan a esto? —ponía voz de inocente con cara de buscona.
Yo estaba por estallar mirando cómo esas lolas se movían hacia arriba y hacia abajo. Tío le recalcaba que era una puta de aquellas, que al fin la tenían bien cogida por ambos lados, que le iba a traer otro sobrinito para que se la pusiera en la boca o tal vez en una de esas dos. Ella insistía contenta en que éramos un par de degenerados y ella sólo una santa que violaban sin que pudiera defenderse.

De pronto, tío se levantó y se fue.
—Se fue, tía, se fue, ¡nos dejó solos!
—Se fue a lavar, después viene a ponérmela de nuevo, pero no creas que te vas a salvar…
Cuando tío volvió estábamos enganchados con todo con tía. No podía creer que la tenía para mí.
Como a la madrugada ya estaba extenuado. Pensé que tendría que pagar, pero tío me dijo: no, chiquito, hoy no.
La mañana nos descubrió abrazados con tía entre los dos. Mi cabeza entre sus enormes tetas, el pene de tío dentro de su vagina.
Con los años nuestro trío se afirmó por completo. A veces tío no participaba porque andaba cansado o porque sólo tenía ganas de mirar. A veces me decía que la llevara a un telo bien alejado, uno donde nadie nos conociera y que a la vuelta le contáramos. A veces yo miraba cómo se unían…
Aunque siempre estaban con eso de:
—Algún día tendrás que pagarle a tío, ¿sabés?
Pero nunca lo intentaron.
Creo que tío nunca fue bisexual y que ese juego era un aditamento más a nuestra perversión. Un juego para ver hasta dónde era capaz de jugarme por tía, hasta donde era capaz de adorarla…

(Mis tíos)


No hay comentarios:

Publicar un comentario